Funky Salsa

La infinita fuerza inspiradora del Jazz, ha sido una inyección de creatividad en decenas de estilos aparentemente nada relacionados con esta tradición, tanto que, en algunos casos, incluso ha dado pie a nuevos géneros musicales. Aunque algunas versiones de la historia difieren, en la década de los sesenta, un grupo de grandes músicos profesionales, muchos ex-integrantes de las grandes orquestas de salón de baile del New York de la década de los 50, sobre todo de origen puertoriqueño, cultivaban el jazz mezclándolo con tradiciones musicales afrocaribeñas, querían elevar sus tradiciones a nuevas alturas, haciéndolas cada vez más incisivas y universales.

Por esa época, la innovación lo era todo, especialmente cuando se trataba de demostrar tu identidad. Sin embargo, los jóvenes, muchas veces con poca o nula formación musical, pertenecientes a la primera generación de “latinos” angloparlantes, ya nacidos en Estados Unidos, conectaban más bien con la onda de rock and roll renovada por la beatlemania. Quienes compartían esta sensibilidad identitaria particular fueron los artífices de ciertas fusiones infecciosas como el Boogaloo, un mezcla de sabor caribeño en clave Soul. Fue un éxito total, quizás uno de los crossovers igualadores sociales más efectivos desde el Mambo. Estas ideas, aunque vigorizantes para los jóvenes, no fueron del agrado de aquellos los músicos de origen caribeño dedicados al Jazz.

Pero la moda parecía engullirlo todo, así que muchos de ellos acabaron cediendo y, de alguna manera, formaron parte de un movimiento aún mayor, menos académico, más directo y sociocultural, la eclosión y renovación del discurso musical “Latin”. La idea de “rescate” de los ritmos originales, por su parte, parecía estar esperando pacientemente para contraatacar, la defensa de la etnicidad podía palparse en el ambiente: la necesidad de voz propia de los habitantes de “El Barrio”, los movimientos reivindicativos del estatus de Puerto Rico y la llegada una ola de inmigración procedente de Cuba a raíz de la revolución, inyectó un fervor en común que los fundadores de Fania Records supieron capitalizar con su sello discográfico. Fundado en Nueva York, pretendía, en un principio, publicar música tradicional hecha por talentos locales, con un giro estilístico llamado “Pachanga”. Pero estos chicos ya tenían como referencia a estos maestros del Latin Jazz, sus fusiones y la idea en mente de que generar una explosión popular no era imposible.

Eran los prolegómenos de una nueva era, se comenzaron a publicar discos fundamentalmente multigénero, con un estilo más urbano y agresivo y de orígenes cada vez más diversos: cubanos en un principio, pues su fundador el dominicano Johnny Pacheco adoraba esta tradición, pero luego puertoriqueños, panameños y posteriormente dominicanos. Todo esto formaba una “salsa”, una mezcla nueva de bajo el lema de “nuestra cosa latina” que, aunque tampoco fue entendida de forma automática por aquellos que lo habían iniciado la exploración de estos territorios, ya formaban parte de su mito fundacional. Esto ayudó a poner en el mapa, finalmente, a una comunidad, presentando una nueva identidad para dejar atrás el imaginario rural. Este nuevo género bajo el paraguas “Latin” de la visión estadounidense, vendría a llamarse la “Salsa”.

Mientras la etiqueta ganaba autoridad como si fuese un género, estilísticamente luchaban en su interior versiones agresivas del son, la rumba y el guaguancó cubanos, la murga panameña y la plena puertoriqueña, con importante presencia de trombones (un claro homenaje a Eddie Palmieri, maestro del Latin Jazz) combinado con letras de temáticas sociales. Esta música más bien era una nueva cultura, viva y productiva, y se hizo tan inmensamente popular en toda la comunidad latina de Nueva York y el Caribe que engulló a todos los músicos hacia el mismo núcleo. Ya en la década de los 1970, cuando la salsa finalmente se explota como un mercado estable siempre hambriento de más, tanto maestros como salseros conformaron una amalgama dorada sin precedentes en el mundo de la música popular latinoamericana.

Pero la cosa no acaba aquí, pues el gusanillo experimentador que habían dejado aquellos grandes iconos como Chano Pozo, Mario Bauzá, Miguelito Valdes, Machito, Mongo Santamaria, Cortijo, Tito Rodríguez, Tito Puente y hasta Perez Prado, no podía dejar de producir ideas y fusiones, parar sería el comienzo del fin. Irónicamente, aunque el fundador del sello de Fania insistiera con su afán tradicionalista “cubanizante”, la innovación siempre fue la divisa. Artistas ahora ya legendarios como Eddie Palmieri, Ray Barreto y Richie Ray, entre otros nunca se rindieron por completo ante el señuelo comercial, pero tampoco sus menos ortodoxos discípulos. Estos esfuerzos siguen teniendo un espacio diferente dentro de los clásicos de Fania, Cotique, Tico, Alegre y Vaya. Aunque la retroalimentación con lo popular fue constante, su espíritu lucha por llevar la música afrocaribeña a otras fronteras. En este período de oro de la “música latina” músicos de academia y autodidactas se mezclaron en una sola amalgama para continuar un sistemático mestizaje, fusiones que abrieron paso al funk, el soul, el rock progresivo, siempre intentado abrir una puerta hacia al futuro, evitando el estancamiento que parecía acechar a la Salsa, hoy más bien conocida como la “Salsa dura”, la originaria.

En el marco de esa idea, hemos realizado una selección de temas que parten del terreno firme y fértil del latin y se retroalimentan de forma constante con otros géneros, permutaciones entre el mundo caribeño y los estilos norteamericanos,, con una única idea siempre en mente: el amor por la música. Si te atreves a expandir las fronteras del “latin” disfrutarás de esta lista. #latinfunk #latinjazz #funky #salsa #disco #salsarock #salsasoul

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